domingo, junio 24

NIÑO SECUESTRADO POR PARAS



MARISOL GÓMEZ GIRALDO, es editora de EL TIEMPO, de Bogotá, Colombia y parte de esta historia fue publicada por la autora de este artículo en el libro 'Historias del secuestro 1960-2007', de Ediciones B.

ESTO TAMBIÉN ES PARTE DE LA HISTORIA, QUE HAY QUE CONOCER... Y DIFUNDIR.
El menor fue tomado, cuando tenía dos meses de edad, por los hombres del jefe de las Auc en el Magdalena Medio, tras un combate. El caso ya está en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. No es un fantasma, pero mientras camina con sus cuadernos al hombro hasta el final de la calle empinada de un hirviente caserío del Magdalena Medio antioqueño, su nombre, Andrés Suárez Cordero, se lee en expedientes en Washington como el del bebé de 2 meses desaparecido por paramilitares hace ya 11 años.

Existir y no existir, al tiempo, hace parte de una historia que comenzó en la vereda La Esperanza del Carmen de Viboral, el 22 de junio de 1996, poco después de que los gallos cantaron.

Cuando el viejo Miguel Alpidio Quintero vio su cuerpo agitado sobre la hierba mojada por la brisa del amanecer, donde los paramilitares lo pusieron mientras amarraban a su mamá, una guerrillera del Epl. Ella, contó después el abuelo, suplicaba que la dejaran llevarlo. También atado iba su papá, otro guerrillero.

La casa esquinera desde la que ahora sale a buscar la calle pendiente que lo lleva al colegio, donde hace sexto grado, se vuelve una muralla cuando alguien extraño lo pregunta. Y la mamá que él hoy ama, hija del más antiguo jefe de autodefensas de Colombia, Ramón Isaza, se vuelve puro silencio...

Pero ese amanecer en el que el viejo Miguel Alpidio vio al bebé sobre el pasto, los paramilitares de Isaza comenzaron a escribir en La Esperanza una historia de horror que tiene el caso en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (con sede en la capital estadounidense).

Los papás del niño eran los únicos guerrilleros entre las 16 personas que se llevaron de la vereda en los días y las noches de la segunda mitad de 1996.
Y el bebé, el único sobreviviente de ese ataque de ira sobre los campesinos, que se desató en los paramilitares por el secuestro de uno de sus hombres en la autopista Medellín-Bogotá.

La Esperanza era miedo vivo cuando se llevaron a la pareja del Epl. Por eso todos esquivaron cuidar al bebé cuando se quedó solo, aunque el corazón se los mandaba.
"Estuvo media hora en la casa de un vecino, dos en la de otro, medio día en la de otro, dos noches en la de uno más... Estuvo en seis partes. Nadie quería tenerlo", recuerda Francisca*, la campesina que no pudo decir 'No' cuando una vecina le pidió que se hiciera cargo de él mientras ella salía a El Santuario, un pueblo cercano. "Tuve mucho miedo de recibirlo, pero me puse a pensar que se había quedado solo. Miraba a mis cuatro hijos (el mayor tenía 5 años) y más me dolía ese niño".
De los papás, que simulando ser campesinos en busca de nueva vida habían tomado un rancho a la orilla de la autopista Bogotá-Medellín hacía 15 días, supo mucho después que eran guerrilleros. Huían con otros insurgentes del Epl de la persecución de las Farc en la entonces turbulenta zona bananera de Urabá.

La guerrillera, ya prisionera en la trinchera de Isaza, no dejaba de llorar por el bebé. Por eso, después de que se comprometió con el entonces jefe paramilitar del Magdalena Medio a que ella y su compañero se quedaban sirviendo a sus autodefensas, la dejó salir hacia La Esperanza a buscar el niño.Debía mentir a sus amigos subversivos, decirles que se iba a devolver con el bebé para Urabá y marcar al número que le dio si pasaba algo.

El teléfono, ha contado el ex jefe paramilitar, finalmente timbró. Pero la voz del otro lado era una que amenazaba con matar a la guerrillera que había vuelto por el niño si el papá no regresaba también a La Esperanza. Ni en la vereda, ni en el reino 'para' del Magdalena Medio volvieron a ver a la mujer que conocieron como Irene.

A la segura muerte de ella y al rumbo que tomó 'Freddy', el papá del niño, que terminó convertido en jefe de autodefensas en Tolima, se aferra hoy la hija de Isaza cuando la asalta el miedo a perder al que recibió bebé un día de septiembre de 1996, por quien el ex jefe 'para' debe responder ante Justicia y Paz y al que ella cree proteger con su silencio de hielo.

"Mi hija se muere si le quitan al niño", argumenta desde la cárcel La Picota de Bogotá Isaza, al hablar por ella, que prefiere esconderse con el pequeño ahora que los fiscales preguntan por él.

"Él niño sigue siendo un secuestrado y nos toca saber dónde está para que Bienestar Familiar decida su suerte", dice mientras tanto el director de la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía, Luis González.

"Nosotros lo vamos a legalizar", insiste el 'Marulanda' de las autodefensas, que se vio obligado a sacarlo de la sombra donde lo tuvieron todos estos años, por el compromiso con la verdad que asumió el día que se acogió al proceso de paz que le propuso el presidente Álvaro Uribe.

Un marchito carné de vacunas del Hospital de Chigorodó, que encontró entre la bolsa con ropa que le entregaron el día que se lo dejaron, le indicó a Francisca que el bebé solitario se llamaba Andrés Suárez Cordero. Para ella, Andrecito. Como lloraba por las noches casi sin parar, lo acostaba entre ella y su esposo Hernando.

"Los vecinos me decían que tener ese niño era un peligro, que saliera a la autopista y lo dejara para que algún carro lo recogiera, pero nunca me sentí capaz. Mi hermano Juan Carlos (promotor de salud de La Esperanza) dijo que teníamos que avisarle a Bienestar Familiar de Cocorná (otro pueblo cercano a La Esperanza) y viajó para contar que teníamos el niño".

"Yo siempre decía: si alguien llega a preguntar por el bebé digan que yo lo tengo. En ese momento me tocaba hacer el papel de mamá, pero no lo tenía secuestrado, ni lo estaba guardando, ni lo estaba escondiendo".

Cumplía 17 días de esa maternidad azarosa, cuando los paramilitares llegaron para llevarse al niño. Su esposo reposaba con una taza de aguapanela las horas que había pasado en el cafetal y los cañaduzales, cuando cinco entraron por la parte trasera de la casa campesina.

Que alguien debía cuidar al bebé porque no era un animal de monte, les contestó valiente Francisca cuando le preguntaron desafiantes por qué lo tenía. En medio de las bocas de dos ametralladoras lo vistió con un mameluco azul cuando le ordenaron entregarlo, el 9 de julio de 1996.

No entendía por qué debía irse con los paramilitares, si su hermano Juan Carlos, al que ya habían desaparecido, reconoció un día al papá del niño cuando un militar lo llevaba amarrado y le quitó delante de él la capucha que le guardaba la cara.
Por ese prisionero de 'paras', prestado para que sirviera al Ejército, es que la historia del bebé y La Esperanza tiene lugar hoy en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Isaza ha dicho ante Justicia y Paz que su hijo Ómar Isaza, ya muerto, fue el autor de los asaltos en la vereda y que los coordinó con el también fallecido general Alfonso Manosalva Flórez, entonces comandante de la Cuarta Brigada.

El día que encañonaron a Francisca para que entregara al niño, como si la estuvieran castigando poco, los paramilitares le dijeron que su esposo tenía que irse con ellos.
"¡Cómo dicen que se lo van a llevar¡ ¿No se dan cuenta de que es apenas un campesino? ¿Por qué no buscan a los guerrilleros? ¡Miren todos los niños que tengo y estoy con dos meses y medio de embarazo!", comenzó a suplicar ella.Pero el rosario de frases atropelladas no sirvió para salvar a Hernando. Desde el corredor lo vio perderse por los arados con el bebé en brazos, en medio de los cinco hombres de Isaza. Un aguacero huracanado, como hacía mucho tiempo no caía en La Esperanza, la detuvo ahí cuando quiso correr a Cocorná para pedirle auxilio al párroco. El día moría y ella todavía lloraba aferrada a sus cuatro niños, cuando una vecina de la vereda llegó para decirle que en la autopista las autodefensas habían cogido a su otro hermano, Octavio.

Viaje por la verdad
Por las palabras que no pudo arrancarle a Isaza hace 11 años, cuando con el Comité Internacional de la Cruz Roja le mandó una carta para que dijera dónde habían quedado su esposo y sus dos hermanos, Francisca viajó a Bogotá en abril pasado, cuando el ex jefe 'para' tuvo su primera versión libre. Consiguió 5.000 pesos prestados después de que una ONG le aseguró cupo en un carro y hospedaje en una casa de religiosas mercedarias. "Lo único que dijo casi me mata: que había sacado al bebé de la casa de unos guerrilleros del Eln", cuenta desconsolada Francisca.

Pero el 'Marulanda' de las autodefensas sabe ahora que será juzgado por ese niño que la campesina arrulló cuando todos tuvieron miedo de protegerlo, y que su hija quiso convertir en fantasma para que nadie se lo quitara.
* El nombre de la campesina fue cambiado y el del niño no es el que tiene hoy.

sábado, junio 23

PARAS TIENEN LAS DE GANAR

TOMADO DEL PERIODICO EL TIEMPO


Víctimas de paramilitares padecen una nueva persecución por reclamar tierras y paradero de familiares.

En total, 160 de las que acuden a audiencias de Justicia y Paz se han atrevido a denunciar ante la Fiscalía y la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR) que están siendo perseguidas.


Quienes las hostigan ahora les piden que dejen de reclamar porque se exponen a la muerte o, incluso, que acepten sumas de dinero irrisorias a cambio de desistir. Córdoba es quizás el departamento donde más han llenado a las víctimas de miedo.


El asesinato de Yolanda Izquierdo, líder de desplazados que reclaman tierras que les entregó Fidel Castaño y que les hicieron vender luego hasta por un millón de pesos, es apenas el más visible de los episodios de una persecución que se da en nueve regiones. Ante las amenazas, los campesinos que trabajaban al lado de ella han desistido de reclamar o guardan silencio.
En Bolívar, la primera alerta fue el incendio de la sede de desplazados en Turbaco. Y a dos ONG que asesoran a víctimas les robaron las bases de datos con información de crímenes de paramilitares. Hay hasta víctimas que recorren ciudades en sus motos, con escoltas como parrilleros, pues han sido amenazadas.


Marco Romero, presidente de la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (Codhes), ve en esos hechos un mensaje al movimiento de víctimas: "Quienes participen en los procesos de Justicia y Paz tendrán esas consecuencias". Así, dice Romero, los 'paras' quieren silenciar la verdad y asegurar el despojo de las tierras. En la Fiscalía, 47 representantes de víctimas han reportado intimidaciones. Muchas, tras iniciar recuperación de tierras o participar en versiones libres de los ex 'paras'. La Fiscalía admite que hay subregistro de amenazas. Eduardo Pizarro, presidente de la CNRR, dice que provienen de bandas emergentes.
El Gobierno prepara un plan de protección que debía estar listo hace dos meses, pero aún no se concreta.

Salieron del país

Una noche, hace unas pocas semanas, un grupo de ocho personas llamó la atención de los viajeros en el aeropuerto El Dorado, de Bogotá. En sus rostros campesinos había lágrimas, se notaba la angustia y se abrazaban como si no se fueran a volver a ver.
"Son testigos contra 'McGiver'. Están amenazados y les toca irse del país. Es que hay un nuevo éxodo de víctimas", dijo a un periodista una de las organizaciones humanitarias que los acompañaba.


Nos obligan a aceptar lo que hicieron


La siguiente es la declaración de Amparo Areiza, hija de una de las 15 víctimas de la masacre de El Aro.
"No se compliquen la vida ni se la compliquen a los suyos. Ya les pagaron a su papá, quédense tranquilos.
"El mensaje llegó primero al celular mío y luego a las casas de mi hermana y de mi mamá.
"Las amenazas nos habían obligado a salir de Yarumal y recorrimos varias ciudades del país. Luego tuvimos un periodo de calma, pero desde que empezó la versión libre de Salvatore Mancuso y decidimos asistir, comenzaron esas llamadas.
"Eso nos indigna porque los paramilitares tienen todas las ventajas mientras que las víctimas, tenemos que seguir huyendo".